¿Cómo utilizar la Gran Invocación?
La meditación, la oración y la afirmación son utilizadas mientras recitamos la Gran Invocación. Esto se puede hacer de dos maneras:
- Considerando la Gran Invocación como objeto de meditación.
- Haciendo una pausa después de cada verso y meditando sobre el pasaje.
Meditación
A través de la meditación sobre la Gran Invocación, tratamos de llegar a su significado interno y a su propósito. Al hacer esto, alcanzamos una comprensión cada vez más profunda. Primero, la mente inferior o concreta se activa y nos da una comprensión inteligente de su significado; luego la mente superior o abstracta permite tener una comprensión intuitiva de su significado.
Es útil agregar alguna visualización a la meditación puramente mental. Por ejemplo, podemos pensar en la situación mundial de la mejor manera posible y de acuerdo a nuestros intereses principales. Luego visualizamos a las personas en todas partes del mundo brillando con una luz tenue y, también algunos otros puntos de luz mayor representando las personas de intención espiritual y corazones amorosos que están trabajando para los demás seres humanos. Luego visualizamos, a través de la imaginación creadora, la vívida luz de Cristo y sus discípulos enviando su luz hacia la humanidad, la cual se fusiona lentamente con la luz que ya está presente en las personas.
Oración
En la segunda fase de la invocación, la oración, tenemos que invocar con el corazón. Tratemos de darnos cuenta que esto significa que invocamos con todo el sentimiento y aspiración, y también con el Alma. Debemos recordar que el corazón es una expresión del Alma y por lo tanto “corazón” puede ser otra palabra para «alma», el centro de nuestro ser. Así que usamos todos los sentimientos más altos que somos capaces de reunir en esta forma «sincera» de oración.
Afirmación
La tercera fase es la afirmación. Esta es un acto de voluntad espiritual, una afirmación espiritual de la personalidad consagrada. La nota clave de la afirmación es la seguridad, la convicción, y el conseguimiento. Aquí se utilizan las energías de la mente y del mental. La voluntad funciona de arriba hacia abajo, mientras que el deseo funciona de abajo hacia arriba. El deseo, cuando es espiritual, es aspiración trabajando de abajo hacia arriba, lo que corresponde a la etapa anterior de la oración, pero en el uso de la afirmativa se trabaja de arriba hacia abajo. Su calidad es dinámica.
Cada una de estas fases primeras puede ser practicada por separado. Esto significa que en un momento decimos la gran invocación reflexionando, tratando de darnos cuenta de su significado más profundo; en otro momento usamos la oración, con el corazón, tratando de darnos cuenta de su contenido de amor, su servicio a la humanidad y al Plan Divino; finalmente podemos usar la Gran Invocación como una afirmación, utilizando toda la voluntad a disposición. Cuando nos hemos entrenado para utilizar con eficacia cada una de estas formas, debemos tratar de combinar las tres actitudes a la vez.
Hay una etapa intermedia en la que podemos usar el primer verso en modo meditativo, irradiando las cualidades de conocimiento y sabiduría, para que la luz de la mente invoque luz. Luego decimos el segundo verso con el corazón, ya que es el amor que llama al Amor Mayor. El tercer verso, en el que se invoca «el centro donde la voluntad de Dios es conocida», usa la afirmación de la voluntad. Finalmente decimos el cuarto verso culminante poniendo el énfasis en las «en la Tierra».
También hay una aplicación más individual de la Gran Invocación: podemos utilizarla para favorecer el descenso y la actividad de las energías espirituales dentro de nosotros mismos y en nuestro ámbito de influencia, ya que los que se invoca en nombre de la humanidad también está disponible en un sentido personal. Cuando se utiliza este modo, consideramos la personalidad como un campo para la circulación de la luz y del amor, de la vida de Cristo y de la voluntad de sacrificio, como un área en la que el mal se siente frustrado e inútil. La personalidad se convierte en un instrumento al servicio de la obra de Cristo en la restauración del plan divino en la Tierra.